jueves, 16 de mayo de 2013

Habrá que seguir

El día que muera bailaré sobre mi calavera.

Una bacanal de almas puras y desgastadas celebrarán mi bienvenida en el más allá, de resaca aún dentro del túnel, caminaré hacia donde nunca nadie ha estado. Bueno si, pero nadie ha regresado para contarlo. Allí estaré después de ver el guion de mi película, la única escrita con las huellas de mis zapatillas y a las demás que les den, me gustan estas que están roídas y con media boca abierta, descosidas y con hambre de más kilómetros

Pero hasta aquí han llegado, me dicen que tengo que seguir 
descalzo.

Hasta otra vida.

Junto a Reynold


No es nada nuevo pero hoy hace un frío paranormal dentro de esta habitación. A todas horas se hace notar. Debajo del nórdico, de las sabanas. Bajo la piel.

Estoy diagnosticado con el Síndrome de Reynold, no entiendo lo que es. Me marchito como la rosa que aún es capullo dentro de esta habitación. Fuera, en la calle brilla el sol pero no me importa porque no calienta. Es artificial. Estamos en pleno invierno y que no me quite el sayo hasta el 20 de Mayo. En esta época no me fío ni de mi sombra. Y me gusta cerrar la puerta por dentro para que no se escape el gato, ni el frío. 

Junto a Reynold grandes lugartenientes en esta batalla contra la soledad. 

Presos en mi cabeza


Por mucho que intentes encerrar todos los pájaros que tengo en la cabeza, no podrás. Los tengo adiestrados para escapar. Quieren sus elegantes plumas, su bilis afrodisíaca y sus exquisitas carnes, pero son rebeldes y risueños, enseñados a luchar contra viento y marea, redes y escopetas. Son listos y escurridizos pero no  inmortales y alguno ya ha caído preso, que triste cuento. Podrán cazarlos uno a uno cuando solitarios vuelan a su rollo, pero jamás si se unen y son todos son uno, ala con ala, pluma con pluma.

Por ahora nunca nadie ha podido con el escuadrón buitre, también llamados batallón de libre pensamiento.